Cooperación y desarrollo México – La experiencia de Lea

En esta entrada de cooperación y desarrollo tenemos el agrado presentarles el país más al norte de Latinoamérica: México.

Desde allí nos escribe Lea, quien nos cuenta cómo es vivir y trabajar en este país, las dificultades con las que se encuentra, los interrogantes que se le presentan y cómo esta experiencia enriquece sus días.

La cuestión ¿CUÁNTO? Lea Fiedler Se me hace difícil hablar de mis experiencias, de mi vida aquí en México, y sobre todo, evaluarla. No pocas veces me han pedido contarles historias sobre lo que he visto, escuchado, vivido, sentido. Es curiosidad – la misma curiosidad con la cual vine a este país hace siete meses y no la he perdido. Pero sí ha cambiado totalmente mi visión desde entonces. Me llamo Lea, y soy alemana. Al tomar la decisión de dedicar un año de mi vida viviendo y trabajando como voluntaria en México, me creyeron loca. Las mismas caras cuando viajé a Colombia hace 2 años – mochilera, sola. Como europeos, no podemos negar que en nuestro continente crezcamos con ciertas imágenes sobre Latinoamérica y México. Aunque no me guste, yo también crecí con esas imágenes. Es socialización – difícil (¿imposible?) escaparla. México – narcos, corrupción, violencia. Una imagen marcada por prejuicios. El hecho de crecer con esas imágenes no significa que creas en ellas o que estés de acuerdo, pero tenemos que tomar conciencia de eso para poder entender nuestra visión sobre el mundo. Me fui lejos y jamás me arrepentí. Después de haber estudiado 4 años en la universidad, llegué a un punto que sentía la necesidad de irme y conocer otras realidades. Yo pienso que esto lo describe muy bien: es totalmente otra realidad en la cuál me encuentro en estos momentos. Vivo y trabajo aquí en la ciudad de Guadalajara, capital del Estado de Jalisco que está ubicada en el occidente de la República. Guadalajara es la segunda mayor ciudad de todo el país y cuenta con mucha industria importante. Tanto como esa industria constituye una fuente de riqueza, también genera varios problemas como la grave contaminación del aire y del agua. Justamente en el tema del agua trabajamos. El Instituto Mexicano para el Desarrollo Comunitario (IMDEC) se dedica a la defensa de los derechos humanos. En mi área, la Defensa del Territorio, dirigimos todo nuestro tiempo y nuestro esfuerzo a comunidades afectadas por megaproyectos y políticas públicas capitalistas y extractivistas. En particular, acompañamos los pueblos, sea por asesoría legal o política. Hasta la fecha, he pasado la mayoría de mi tiempo trabajando con la comunidad Temacapulín, un pueblo en los Altos de Jalisco. Cerca de Temaca, la Comisión Nacional del Agua y los gobiernos de Jalisco y del Estado de Guanajuato han estado impulsando un proyecto hidráulico por más de 13 años: la presa “El Zapotillo”. Para resolver el desabasto de agua en la Zona Metropolitana de Guadalajara, el gobierno jalisciense cree que es legítimo construir esa presa e inundar tres pueblos – entre ellos, Temaca – y enterrar junto con ellos sus viviendas, sus tierras fértiles y sobre todo sus hogares. IMDEC se opone a esto por varias razones como la corrupción y la falta de un modelo de gestión integral del agua, entre otras. Aparte, IMDEC es una organización de derechos humanos muy vieja: el año pasado cumplió su 55° aniversario. Aunque el trabajo a veces pueda resultar muy exigente, con muchas tareas, un horario muy largo; estoy bien integrada ahí después de siete meses. Sin embargo, eso no quiere decir que no me haya costado mucho tiempo. Integrarme en el trabajo ahí también significa sentir lo que los demás sienten, y eso duele. No me acuerdo cuántas veces la gente de Temaca me ha platicado de los dibujos que sus niños hacen en la escuela: dibujos de su pueblo inundado y cadáveres flotando encima del agua. No me acuerdo cuántas veces he escuchado esa historia, pero me acuerdo como me hizo sentir. También, me acuerdo como me sentía el 13 de febrero de 2019. Hubo una manifestación para recordar la muerte del niño Miguel Ángel, que hace años se cayó en el Río Santiago, que es un río muy contaminado, y al salir, entró en coma. Al final, el niño se murió por las altas cantidades del químico arsénico encontradas en su cuerpo pequeño. Un niño… víctima de la contaminación industrial. Y me acuerdo del Tribunal Latinoamericano del Agua que tuvo lugar en Guadalajara en octubre de 2018. Estaba ahí un padre, testigo del caso de la contaminación fuerte del Lago de Chapala, lago más grande y probablemente más contaminado de todo México. El padre nos contó de su hijo que sufre de insuficiencia renal. Es una enfermedad que puede ser causada por grados muy elevados de contaminación. De hecho, Jalisco es el segundo lugar mundial en daños reales. ¿Coincidencia? No creo. El padre compartió en el tribunal que su hijo le había dicho firmemente que iba a morirse pronto. Y el padre le había contestado que no. Que aquí, con el tratamiento carísimo para la enfermedad, te morirías cuando ya hubieras pagado todo y más de lo que puedes; cuando ya te hubieras despedido de tus cosas queridas y que las hubieras vendido, y luego tu casa, tu hogar, lleno de recuerdos; cuando ya no hubiera nada más restante para ofrecer y vender – ese sería el momento en elque te mueres. Hay mucha injusticia social, y tanta impunidad. ¿Ustedes creen que serán sancionadas las empresas que contaminan y contaminan? Ya saben la respuesta. ¿Si cambiará algo con el nuevo gobierno estatal? Quién sabe. Muchas veces, me he sentido desamparada. Entré en un proceso largo de reflexión – sobre el mundo, el país México, las personas que he conocido, y también mi vida. Si yo me siento desamparada, ¿cómo se deberían sentir las personas afectadas, los pueblos que llevan 15 años o más luchando por sus derechos? Sinceramente, los admiro por su fuerza y resistencia. Y aparte de la gran admiración que siento por ellos, me di cuenta de otra cosa que jamás había considerado. Toda mi estancia y mi trabajo están rodeados por una sencilla pregunta: ¿Cuánto? No preguntamos si hay contaminación, sino cuánta hay. No preguntamos si las comunidades resisten, sino desde hace cuántos años ya. No preguntamos si hay femicidios, sino cuántos. No preguntamos si desaparecen personas, si son asesinados activistas, periodistas; sino cuántos. Medimos porque no hay duda sobre la existencia de algo. Esta es la horrible realidad. Yo creo que ahora entienden porque se me hace tan difícil escribir sobre México – un país de tanta belleza en cuanto a sus paisajes preciosas y su gente tan increíble. He conocido a tantas personas tan tiernas, amables, sinceras aquí, me llena de alegría. Y al mismo tiempo, es necesario destacar que también algunas cosas no van bien, y que no nos podemos negar a esa realidad. También, ¿quién soy yo para juzgar? Sólo he vivido aquí siete meses. Soy una mujer que fue socializada en Europa, un continente que ha robado y juzgado desde siempre a los demás. No soy quién para sacar una conclusión sobre el país. Lo único que puedo hacer es compartir lo que he sentido aquí y eso es. México. Varias veces me he preguntado si quizás no estoy hecha para ese tipo de trabajo, o meramente vivir aquí. Me involucré en mi trabajo con todas mis emociones, con todo lo que siento por los demás. La injusticia que viven, la impunidad que ven todos los días. Y cómo mi socialización me diría, las bases de nuestra sociedad, ¿ya no soy una profesional? ¿Una “mujer sentimental“ que no sabe controlar sus sentimientos? Me opongo a esas creencias. Porque al final, pienso que la lucha es eso: sentir el coraje, sentir la tristeza. Estar con las comunidades, comprender su mundo. Celebrar las victorias, acompañar las derrotas. Escuchar a la gente, escuchar las verdades. Llorar por las pérdidas, levantar las voces. Decidir seguir, seguir luchando. Y lo hermoso, y también lo trágico: la pregunta no es si van a seguir luchando la gente de Temaca, padres y madres de hijos enfermos, pescadores que han perdido sus recursos a causa de la contaminación, porque jamás se van a rendir. Sino: ¿por cuántos años más?   Desde Euro Latin Cooperation agradecemos y felicitamos a Lea.  

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