Mi primer viaje en pareja, Rocha Uruguay
Comencé mi viaje desde Gualeguaychú Entre Ríos Argentina el domingo 20 de enero del 2019 a la madrugada, con destino a Rocha Uruguay. Buscábamos un lugar tranquilo para poder descansar, fuimos directo en auto a Aguas Dulces por ruta 9, tardamos 7 horas aproximadamente. Alquilamos un complejo para dormir todas las noches y desde ahí salir a recorrer; uno de los motivos de esta elección fue que el precio de los alquileres distaba bastante del resto de los pueblos cercanos.
Aguas Dulces es un pueblo en la costa del Océano Atlántico en el departamento de Rocha, Uruguay. Tiene 417 habitantes según censo 2011, por lo que es un pueblo pequeño, sencillo con construcciones bajas y simples. No es el destino más turístico de la zona, lo que destaca la tranquilidad del lugar.
El segundo día de nuestras vacaciones decidimos conocer Barra de Valizas a 12 kilómetros de Aguas Dulces. La playa se caracteriza por su amplitud y por ser naturista, es decir, está orientado al disfrute de la naturaleza en su dimensión más global y la práctica del nudismo como parte del contacto con ésta. El lugar nos inspiró a conectarnos con nosotros mismos, practicar yoga y disfrutar de la inmensidad del mar.
Cada vez que salíamos a la ruta nos encontrábamos con gente haciendo autostop, decidimos ser partícipes de esta práctica, habitual en jóvenes mochileros generalmente, lo que nos permitió conocer diferentes culturas e historias de vida. De camino a Valizas conocimos a un señor que vivía sobre el mar en esta playa, nos contó que por treinta años había sido “urbano” viviendo en Montevideo (capital de Uruguay) y por trabajo había decidido mudarse a Valizas.
En un inicio se dedicó a construir cabañas pero actualmente se dedica al mantenimiento ya que su construcción está en declive. No nos dijo su nombre pero nos contó su estilo de vida particular para nosotros, vive en una cabaña que hizo con sus propias manos, no tiene sistema eléctrico por lo que utiliza paneles solares que cargan una batería que le permite dar luz en su vivienda y cargar el celular. Al no tener heladera utiliza una conservadora de plástico y hace la compra de los alimentos día a día. Tampoco posee cloaca sino que utiliza lo que él llamó baño seco, un sistema que consiste en no utilizar agua entubada sino que deseca la material fecal con viruta para evitar el mal olor y degradarla, convirtiéndola en abono, constituyendo así un ciclo ecológico.
El tercer día fuimos a La Pedrera, un lugar completamente diferente de lo que veníamos conociendo. En comparación al resto de los pueblos, éste tiene construcciones modernas y el estilo de vida es más urbano, es un destino de moda actualmente por lo que sus playas son más concurridas. Primero fuimos a una completamente familiar, con niños corriendo y repleta de gente, por la tarde pasamos a la playa de los jóvenes, con un parador y banda en vivo, surfers en las olas y disfrutamos del atardecer allí.
Una de las grandes recomendaciones de este viaje es realizar una caminata desde Barra de Valizas a Cabo Polonio por el Cerro Buena Vista. Son unas dos horas aproximadamente, se puede realizar por la costa del mar o cortar camino cruzando primero un arroyo que según la creciente se puede cruzar en un bote con motor o caminando y luego atravesando médanos móviles de gran altura con una hermosa vista panorámica. Es recomendable llevar agua, poco peso, protección para el sol e ir muy cómodos para disfrutar de la aventura.
La otra forma de arribar a Cabo Polonio es en camiones abiertos estilo safari debido a que está prohibido el ingreso de autos. Este pueblo se caracteriza por sus extensas y desérticas playas, por no poseer tendido eléctrico ni agua corriente, es un destino especial y particular, sus casas son bajas, pequeñas, blancas y sencillas. Otras de las atracciones es el avistaje de lobos marinos en rocas cercanas al faro. Debido a que están en su hábitat natural también se encuentran a lo largo de la playa sin vida.
El último día decidimos ir a Punta del Diablo, un lugar que hace veinte años atrás conocí como un pueblo pesquero, con muy pocas casas y actividades a realizar. Al llegar nos sorprendimos de la expansión que ha tenido, construcciones nuevas, feria de artesanías en la playa, muchos bares y restaurantes. Sentimos más el consumismo y el camino de este pueblo a convertirse pronto en otro destino de moda.
De regreso a Aguas Dulces, un poco cansada y sin ganas de entablar conversación, vimos en la ruta a un pareja con un bebé en brazos de su mamá, pese a mi deseo de no llevar gente haciendo auto stop, al verlos, no lo dudé. Venían de Chuy (ciudad uruguaya limítrofe internamente con Brasil, es decir, en un lado de la calle estas en Uruguay y en frente en Brasil) con destino a Barra de Valizas en donde los esperaban unos amigos. Una vez en el auto sentí al bebé incómodo, preguntándole si estaba cansado nos contaron que habían salido a las ocho de la mañana para comprar calzado cómodo y otros artículos que en esa ciudad son más accesibles. Siendo las cinco de la tarde los alcanzamos a la entrada de Aguas Dulces, me quedó grabada su manera de agradecernos, con una caricia en el hombro y un gracias preciosa.
Delfina Velázquez
